Druna lo sabía (Relato)


(® Dibujo a lápiz por: A. Elisa Lattke )

Todo parecía presagiar un cambio en la vida de Druna, mujer joven bordeando el otoño de su vida. Las cosas no habían salido como ella deseaba. La vida no había sido lo suficientemente generosa como para sentirse feliz. Y, el tiempo iba marcando su rostro con sus huellas de ineludible reproche, marcas de sus experiencias amorosas y de sus
años sostenidos al borde de ese abismo llamado Amor, donde aún seguía perdida sin encontrarlo. Todo parecía inútil y nada para ella había sido perfecto o agradable, salvo esa pasión desenfrenada a la que se había entregado, desde que conociera al único ser que había podido rescatarla de su muerte espiritual.

Su rostro era aún bello pero en él se marcaba la tristeza y dejaba ver un rictus de amargura, que incluso realzaba su expresión, haciéndola muy interesante y atractiva, desde donde miraban unos almendrados y tristes ojos azules.
Su atribulada alma no sabía dónde estaba, "¡cómo llevársela si su sitio estaba allí! - se decía así misma muchas veces y, esta vez, conteniendo el llanto. Así que decidió irse sin ella, dejarla para siempre, necesitaba encontrarse de nuevo así misma, ya no aguantaba la vida ni a su pareja, eso creía en medio de la ofuscación y el temor de perder lo más hermoso que le había ocurrido en su vida... ¡haber encontrado el verdadero amor, el significado verdadero de ese sentimiento por primera vez y sentirlo cada día, con esa suma necesidad de ser en el mismo su pertenencia!

Todo parecía acabado, saldado y pagado a un precio muy alto: su tiempo, su vida y hasta su pobre alma tan perdida y sin hallarse. No, no quería llorar, ya había llorado demasiado y, además, se iba para siempre, necesitaba ese viaje, desaparecer de una vida única y amada. Era invierno y no era lo más oportuno llevar unas gafas oscuras delante de su rostro, se decía mirándose a un espejo con los ojos enrojecidos.


Recogió todo lo que quedaba de su vida con cuidado y lo guardó en el maletín azul...Siempre lo llevaba consigo... Cada vez que encontraba algo que había dejado de ver por algún tiempo, estaba en el maletín azul, lo observaba intensamente y procuraba sentirse segura y, si era importante lo depositaba allí dentro para no olvidarlo en ningún lugar donde iba. Necesitaba dejarse llevar por los recuerdos, al fin y al cabo eran los últimos a
los que podría dar un somero repaso y , en ese momento eran como epílogo.
Con gran cuidado recogió cada cosa que creía conveniente llevarse: ropas, calzado, fotografías... Era un rito que la transportaba a otro mundo... ¡y cuántas veces había pasado lo mismo!, todo tenía un significado diferente pero resumía su propia forma de vivir y pensar... ¿Pero cómo llevarse su alma? -Seguía preguntándose-. Cómo, si se quedaba allí y, ella, no quería llevársela, sentía que la tenía desprendida, arrancada, alejada por completo de su cuerpo... ¡Le pertenecía a él! Hasta sus cuadernos de poemas y demás libros recibían el mismo tratamiento, uno a uno los miraba, se los llevaba hasta su pecho y cerraba sus ojos intentando pensar en lo que habían significado en cada momento. Cada uno era un mundo diferente, un instante de amor, ilusión o gran pena… Uno a uno los acomodaba con mimo de forma parsimoniosa y de vez en cuando, miraba el reloj, el que había depositado la noche anterior en la mesita próxima al lecho donde tantas veces la pasión y el amor habían fraguado el sentimiento. Por fin decidió recoger el reloj y ponérselo, lo mantuvo un rato en una de sus manos mientras acariciaba sus cabellos con la otra y, mirando la marcha del segundero, quedó con la mirada fija en el mismo...Allí estaba el nombre de él, en el fondo de la esfera, alrededor de ésta y junto al suyo. Cada vez que quería ver las horas ese nombre grabado le recordaba a quién pertenecía… ¡No, definitivamente tampoco se lo llevaría, se quedaría allí mismo con su último poema, el que había hecho para el día de "San Valentín", se lo había entregado con un largo beso y una promesa de amor ineludible! ¿Pero dónde estaba él?...se preguntaba sin poder contener el río de lágrimas.

Ya casi tenía todo dispuesto, miró los billetes de avión constatando las horas y el tiempo que le quedaba. Preparó los zapatos de tacón, los más bajos y cómodos para el viaje. Buscó y comprobó en su bolso de mano todo lo que era imprescindible. Miró la foto de Armando sobre la mesita de noche, por un momento dudó acerca de si guardarla suponía no olvidarle jamás, pero no, para qué..., si aunque fuese escaso su equipaje esa foto ocupaba mucho más espacio en su realidad... No, Armando se quedaría allí como la
mayoría de todo recuerdo que compartía, era suficiente el reloj con su nombre porque su tiempo le pertenecía..., él se lo había dado y ella toda su alma...

Faltaban dos horas para salir hacia el aeropuerto y decidió dar un paseo por los alrededores. Necesitaba ver por última vez esas calles de su barrio tantas veces transitadas con Armando, en uno de esos paseos vespertinos. Ya en ellas después de una larga caminata, se dejó caer sobre un banco de un pequeño jardín cercano a al apartamento que compartían, ni siquiera era suyo, era de él. Allí mismo en ese banco lo había conocido, le encontró solitario mirando sin mirar al infinito. Y se arrepintió de haber decidido despedirse de sus propias huellas, andando sobre ellas de forma inversa. Los recuerdos se agolpaban...¡Él, tan zalamero, inefable, inolvidable, con ese sentido del humor que tanto le gustaba, su forma de ser y hacer tan fogosa, tan buen amante!... ¡Dios, qué pensaba en esos momentos, cómo irse sin decir nada, cómo romper su vida por un instante de celos! No podía substraerse a la realidad que le envolvía, parecía que ese banco donde estaba sentada era mágico… No tenía fuerzas ni para levantarse y abrir los ojos.... ¡Qué forma de seducirla la primera vez y llevársela tan rápido en cuerpo... y alma!

Suspiró profundamente, echándo la cabeza hacia atrás, apretando más y más los párpados para no llorar, casi era ya el momento de subir al apartamento y recoger sus pocas pertenencias. Tan pronto como su gesto traducía sentimientos imborrables y sus lágrimas eran imposibles de controlar, sintió que alguien estaba a su lado y depositaba un beso sobre sus labios. Abrió los ojos porque ese aroma que la inundaba de suavidades mágicas era ya conocido. No pudo decir “no”.

Druna lo sabía... Armando estaba allí, junto a ella, con un enorme ramo de rosas rojas, su mirada y sus besos... Así que el único viaje que haría sería el de siempre, dejando que abarcara todo su cuerpo con sus brazos para rescatar de nuevo su alma; ellos eran su verdadero destino, hogar de sus sueños, parada y fonda de su corazón.



® A. Elisa Lattke Valencia
Abril--06
"*Un mañana deseado, es sólo un hoy que aún no termina de hacerse realidad.* (Elisa-06) 
(® Dibujo a lápiz por: A. Elisa Lattke )

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La palabra es el arrullo de Dios cuando causa una impresión inolvidable.
La mejor dádiva, es haber conseguido que nuestros semejantes se sientan felices, siempre que seamos sinceros con lo que opinamos.

A. Elisa. Lattke Valencia, sólo va pasando como un cometa cada cien años...